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lunes, 22 de agosto de 2011

Le Corbusier at the Barbican

EPISODIOS 9 / EPISODES 9


New York Times


Barbican


lunes, 1 de marzo de 2010

UNA BUENA CIUDAD ES MEJOR QUE UNA BUENA CASA

EPISODIOS 8 / EPISODES 8



Felix Claus (Arnhem, 1956), su socio, Kees Kaan (Breda, 1961), y los 80 arquitectos que trabajan con ellos -repartidos en sendos estudios en Amsterdam y Rotterdam- representan el otro lado de la arquitectura holandesa actual. Una apuesta por la discreción, por el silencio, que les ha llevado a predicar por todas las universidades donde han dado clases (Columbia, Saint Louis, Misuri, UCLA...) la necesidad de una arquitectura humilde.

PREGUNTA. ¿A qué obedece esa actitud? ¿No todo es Koolhaas en Holanda?

RESPUESTA. Me temo que no. En absoluto. En Holanda tenemos una cultura arquitectónica bastante rica porque la arquitectura todavía forma parte de la sociedad. En Estados Unidos es sólo para millonarios y para ocasiones muy especiales. Pero en los Países Bajos es para cada día y para todo el mundo: algo normal. Por eso un arquitecto es también alguien normal con una profesión: el equivalente a un médico o a un dentista. No es una estrella. Así, nosotros estamos más interesados en las cualidades físicas de la arquitectura y no tanto en su problemática, en su capacidad mediática o en su potencial para el desarrollo de la modernidad. Nos preocupa la continuidad de la profesión en todos sus aspectos. Koolhaas es algo aparte. Es como Rembrandt, alguien único. Es absurdo que nadie trate de copiarlo porque los genios son únicos.

P. Pero muchos arquitectos jóvenes sí siguen su estela.

R. Sí, claro. Ése es el problema de la modernidad. El concepto de modernidad empezó en el siglo XX con Picasso. Él fue el primer genio reconocido mundialmente, mediáticamente. Todo el mundo después quiso ser como él. Le Corbusier tradujo esa idea a la arquitectura. Y se convirtió en un arquitecto mediático. En todas las universidades del mundo, millones de estudiantes tratan de convertirse en genios, pero está claro que eso es imposible. El genio es único. Imagínese que en la esquina de cada calle apareciese un edificio genial. Las ciudades serían ridículas. Con todo, la tragedia de la arquitectura es que en el fondo muchos arquitectos que podrían ser buenos, correctos profesionales, se empeñan en ser genios.

P. Como Mies van der Rohe, ¿ustedes no quieren reinventar la arquitectura cada lunes por la mañana?

R. Preferimos ser buenos a ser interesantes.

P. ¿Creen que mucha arquitectura actual se hace la interesante?

R. Claro que sí. Y no les culpo. También nosotros tenemos que hacernos los interesantes para ganar atención. Si no lo haces, tus clientes creen que estás pasado de moda o algo peor. Todos los arquitectos tratamos de conseguir atención. Pero eso no es nuevo. Siempre fue así: en la Edad Media, en el siglo XVIII, en todos los tiempos nos hemos tenido que vender. Pero eso sólo es uno de los aspectos de la arquitectura, no el único. Permitir que la imagen que vendemos sea lo más importante es confundir la disciplina.

P. ¿Cómo trata de vender su trabajo?

R. Somos afortunados. En Holanda la arquitectura es algo normal, importante. No porque se hable de ella sino porque está para usarse. Y hay mucha. Por eso hay mucho trabajo. Tenemos clientes profesionales que no buscan a sus arquitectos en las revistas. Buscan relaciones a largo plazo, calidad, servicio, atención. El ayuntamiento es clave en la arquitectura de las ciudades holandesas. Apuestan por ciudades para los ciudadanos. No por monumentos para mayor gloria de los políticos. La gente es exigente, está acostumbrada a exigir, y las leyes reflejan esa exigencia.

P. ¿Las leyes?

R. Hay una ley de principios del siglo XX que obliga a los lugares públicos a convertirse en extensiones de las viviendas. Por eso las viviendas son generadores de más arquitectura. Todos nuestros arquitectos empiezan construyendo viviendas. Koolhaas también hizo su primera obra firmando viviendas sociales.

P. En Madrid ha impartido un máster sobre vivienda a arquitectos en la Complutense. ¿Qué les ha enseñado?

R. La vivienda está basada en el conocimiento. Tiene que ver con retretes, comidas, con el cuerpo humano. Y tiene que ver con el espacio público que es la esencia de la sociedad occidental. El espacio público es nuestra idea de la libertad: el lado político de nuestra profesión. Si toma las ciudades modernas, su espacio público representa ideales clásicos: humanismo, libertad y privacidad. En la calle somos iguales y, por lo tanto, libres. En privado somos secretos. Eso sólo funciona en determinado tipo de ciudad: uno debe sentir el espacio público como propio, seguro, abarcable, disfrutable. No es el caso de Estados Unidos. Allí pocas ciudades tienen una idea del espacio público. Los arquitectos tenemos la responsabilidad de pensar ese espacio, que es el de la libertad, el que mejora la vida de las personas en la ciudad. Las casas mejoran la vida relativamente, la ciudad fundamentalmente. Holanda vivió una burbuja económica hace diez años. Se podía hacer de todo. Los clientes no eran críticos y muchos arquitectos hicieron locuras. Eso afecta a la reputación de la arquitectura y a la integración de la ciudad. La ciudad desintegrada es un desastre: campo abonado para los guetos. Ayer estuve en un suburbio de Madrid: sólo había casas para ricos. Me pareció un desastre. Seguro que hay también suburbios pobres, pero no sabría decir cuál es peor. Ni más peligroso.

P. En España tenemos un problema enorme con la vivienda. Cada vez son más pequeñas y más caras. ¿Cuál es su idea para solucionar esa carencia?

R. De nuevo el espacio público. Una buena ciudad es mejor que una buena casa, por una cuestión sencilla: una ciudad puede hacer cosas mayores y mejores. La gente tiene más poder del que cree. El público puede cambiar un barrio. En Holanda la gente está volviendo a las ciudades. Se han hartado de la piscina, el garaje y el perro y prefieren la vida de barrio, ir al colegio caminando. La ciudad sigue siendo el mejor lugar para vivir. Los suburbios terminarán por matarnos.

P. Hablan de aceptar la banalidad de la construcción, de dejar a un lado teorías. Reivindican la parte física, tangible, de la arquitectura: los materiales, la construcción, las personas. ¿Hay demasiada teoría en la arquitectura de hoy?

R. Hay mucha. Cuando doy clases en Estados Unidos me doy cuenta de que los estudiantes son elocuentes, pueden hablar de cualquier filósofo francés y aplicar sus teorías a un diseño. Pero no saben nada de arquitectura. Nunca han construido ni se han acercado a una obra. Admiro la teoría. Es necesario pensar. Pero la teoría tiende un puente entre el cerebro y la mano. Para construir tienes que bajar al mundo real. Creo en la ciencia, la teoría debe reflejar la práctica y no al revés.

P. Ha dicho que el progreso de la arquitectura pasa por la aceptación del contexto.

R. De todos los contextos. Un arquitecto es un colaborador, alguien que une política, terreno, trabajadores... Debe tener mucho cuidado antes de empezar. Se ha de conocer el contexto. Por eso yo no trabajo en China. No estoy de acuerdo con ese contexto.

P. ¿Cree que mucha arquitectura no acepta el contexto?

R. El problema de la arquitectura actual es que hay demasiados arquitectos tratando de hacer piezas de las que se consiguen una vez en la vida. Ni siquiera Jean Nouvel puede lograr un edifico único más que cada diez o doce años. Eso significa que el mundo se está llenando de bromas. Hoy en día las revistas de arquitectura deberían llevar una marca: "Advertencia: no trate de hacerlo en casa".

P. Mucha gente cree que este tipo de arquitectura identifica el progreso. ¿Cuál es su idea del progreso en arquitectura?

R. La arquitectura tuvo un papel, a principios del siglo XX, abriendo la mentalidad de la sociedad. Hoy, en Europa, vivimos en un mundo libre, nutrido, de abundancia, deberíamos darnos cuenta de lo que tenemos y preguntarnos si no estamos a punto de destrozarlo. A veces temo que los arquitectos destrocemos nuestro papel en la sociedad, como sucedió en el Reino Unido después de los sesenta. El progreso para mí es ser responsable.

Anatxu Zabalbeascoa

Fuente: El País. 26/08/2006
Fotografía: www.geertfotografeert.nl

lunes, 4 de enero de 2010

BAUHAUS PARA TODOS

EPISODIOS 7 / EPISODES 7


"La escuela Bauhaus se identifica a menudo con la costumbre de construir edificios rectangulares y amueblarlos con buen gusto. Sin embargo, 90 años después de que la fundara Walter Gropius, una institución educativa casi centenaria que apenas subsistió tres lustros, todavía mantiene un halo intacto de revuelta y de modernidad radical. La gran exposición Modelo Bauhaus, inaugurada estos días en el Martin-Groupius-Bau de Berlín, presenta más de 1.000 objetos originales de aquellos 14 años entre 1919 y 1933. Muebles y demás menaje, maquetas de edificios, vestidos, dibujos, pinturas o fotografías atestiguan el entusiasmo creativo de los alumnos y los profesores de la escuela. Su enorme disparidad desmiente que existiera algo así como un "estilo Bauhaus", e incita a reflexionar sobre las aspiraciones y los logros de ese proyecto utópico. La codirectora de la exposición, Ulrike Bestgen, destaca las paradojas de la escuela Bauhaus. Pretendían democratizar las artes, pero hoy sus objetos son carísimas piezas de coleccionista. Trataban de "mejorar la vida" de todos, pero la escuela nunca abandonó un elitismo despreciado por la mayoría de sus contemporáneos. Su modelo, el trabajo comunitario y anónimo de los gremios de construcción medievales (las bauhütten), no impidió el aplauso público a los miembros más prominentes, como Gropius o Ludwig Mies van der Rohe. Ni siquiera la aureola de campeona antinazi queda intacta: algunos colaboraron con el régimen, Fritz Ertl, fue oficial de la SS y arquitecto del campo de exterminio de Auschwitz. Para Bestgen, la Bauhaus son "muchas Bauhäuser".

Sin duda, un factor del mito popular es su accidentada historia. La victoria local de la ultraderecha la obligó a abandonar Weimar en 1925 y, de las muchas ciudades que se ofrecieron para albergarla, Gropius eligió Dessau: el Silicon Valley de su tiempo, donde Junkers fabricaba sus aeroplanos. El gobierno municipal encargó a Gropius un nuevo edificio para su escuela. En la Bauhaus de Dessau, una construcción de techo plano y enormes cristaleras, la academia vivió sus años dorados. Los nazis los expulsaron en 1932. Ya en Berlín, la Bauhaus sobrevivió hasta la victoria de Adolf Hitler en 1933. La dispersión de maestros y alumnos por todo el mundo sirvió para extender los métodos y las enseñanzas de la institución. Así, Hannes Meyer, comunista convencido, marchó a la Unión Soviética, que tuvo que abandonar por México en pleno terror estalinista. Los otros dos ex directores, Mies van der Rohe y Walter Gropius, emigraron a Estados Unidos. Allí triunfaron como arquitectos.
Precisamente la arquitectura asociada a la Bauhaus alimentó la reputación de su formalismo y frialdad racional. La exposición berlinesa demuestra que es un equívoco. Para empezar, con la policromada Torre del Fuego, obra del docente y estudioso de los colores Johannes Itten. El círculo cromático que diseñó Itten ha servido para ordenar cronológicamente los diferentes espacios de la exposición.
Itten era vegetariano y andaba en una especie de túnica o bata. Resulta la antítesis del atildado Gropius, que admiraba la arquitectura industrial estadounidense y la comparaba con las pirámides de Egipto. Al pasar de una sala a otra, el visitante se topa con estas contradicciones, con diversos estilos, muchos colores y con los más diversos utensilios. Algunos son hoy paradigma de elegancia en medio mundo. El mobiliario de la Bauhaus tampoco se limitó a las celebérrimas y hoy prohibitivas sillas tubulares o a los sofás modelo Barcelona de Mies van der Rohe. Puede verse en un lugar prominente la Silla Africana de Marcel Breuer y Günta Stölzl, hecha de bambú, seda, cáñamo y algodón, cuyo aspecto difiere tanto del sillón B3 de Breuer como podría diferir del trono imperial de la China.
Se asombrará el visitante de que atribuyan el lema "menos es más" a Mies van der Rohe, que entre 1930 y 1933 dirigió una escuela donde cabían tanto los juegos dadaístas de Herbert Bayer como los experimentos de índole práctica con formas, colores y materiales."

Juan Gómez

Fuente: EL PAÍS. 26-07-2009.
Fotografía: ABC.es

miércoles, 25 de noviembre de 2009

MIES VAN DER ROHE DIES AT 83. LEADER OF MODERN ARCHITECTURE.

EPISODIOS 6 / EPISODES 6



August 19, 1969
Special to The New York Times

CHICAGO, Aug. 18--Mies van der Rohe, one of the great figures of 20th-century architecture, died in Wesley Memorial Hospital here late last night. He was 83 years old.

Mr. van der Rohe had entered the hospital two weeks ago.

He is survived by two daughters, Mrs. Georgia van der Rohe and Mrs. Marianne Lohan; five grandchildren and six great-grandchildren.

Expressed Industrial Spirit

By ALDEN WHITMAN
Ludwig Mies van der Rohe, a man without any academic architectural training, was one of the great artist-architect-philosophers of his age, acclaimed as a genius for his uncompromisingly spare design, his fastidiousness and his innovations.

Along with Frank Lloyd Wright and Le Corbusier, the German-born master builder who was universally know as Mies (pronounced mees) fashioned scores of imposing structures expressing the spirit of the industrial 20th century.

"Architecture is the will of an epoch translated into space," he remarked in a talkative moment. Pressed to explain his own role as a model for others--a matter on which he was shy, as he was on most others--he said:

"I have tried to make an architecture for a technological society. I have wanted to keep everything reasonable and clear--to have an architecture that anybody can do."

A building, he was convinced, should be "a clear and true statement of its times"--cathedrals for an age of pathos, glass and metal cages for an age of advanced industrialism.

He thought the George Washington Bridge in New York an outstanding example of a structure expressing its period, and he used to go to admire it whenever he visited the city.

"It is the most modern building in the city," he remarked in 1963.

He was fond of the bridge because he considered it beautifully proportioned and because it did not conceal its structure. Mies liked to see the steel, the brick, the concrete of buildings show themselves rather than be concealed by ornamentation. A 20th-centrury industry building had to be pithy, he believed.

Influence on Colleagues

Mies's stature rested not only on his lean yet sensuous business and residential buildings, but also on the profound influence he exerted on his colleagues and on public taste. As the number of his structures multiplied in the years since World War II and as their stunning individuality became apparent, critical appreciation flowed to him in torrents, and his designs and models drew throngs to museums where they were exhibited. It became a status symbol to live in a Mies house, to work in a Mies building, or even to visit one.

The Mies name had already been established among architects long before he came to the United States in 1937. In 1919 and 1921 in Berlin he designed two steel skyscrapers sheathed in glass from street to roof. Although the buildings were never erected, the designs are now accepted as the originals of today's glass-and-metal skyscrapers.

Ribbon Windows

In 1922 Mies introduced the concept of ribbon windows, uninterrupted bands of glass between the finished faces of concrete slabs, in a design for a German office building. That has since become the basis for many commercial structures.

Mies, in 1924, produced plans for a concrete villa that is now regarded as the forerunner of the California ranch house. He is also said to have foreshadowed the return of the inner patio of Roman times in an exhibition house built in 1931; to have started the idea of space dividers, the use of cabinets or screens instead of walls to break up interiors; and to have originated the glass house, with windows and glass sliding panels extending from floor to ceiling to permit outside greenery to form the visual boundaries of a room.

Apart from simplicity of form, what struck students of Mies's buildings was their painstaking craftsmanship, their attention to detail.

"God is in the details," Mies liked to say.

In this respect the buildings reflected the man, for Mies was fussy about himself. A large, lusty man with a massive head topping a 5-foot, 10-inch frame, he dressed in exquisitely hand-stitched suits of conservative hue, dined extravagantly well on haute cuisine, sipped the correct wines from the proper goblets, and chained-smoked hand-rolled cigars.

Gold Chain for Watch

For a man so modern in his conceptions, he had more than a touch of old-fashionedness. It showed up in such things as the gold chain across his waistcoat, to which was attached his pocket timepiece. Rather than live in a contemporary building or one of his own houses--he briefly contemplated moving to a Mies apartment but feared fellow tenants might badger him--he made his home in a high-ceilinged, five-room suite on the third floor of an old-fashioned apartment house on Chicago's North Side. The thick-walled rooms were large and they included, predictably, a full kitchen with an ancient gas range for his cook.

The apartment contained armless chairs and furniture of his own designs as well as sofas and wing chairs--in which he preferred to sit. The walls were stark white; but the apartment had a glowing warmth, given off by the Klees, Braques and Schwitterses that dotted its walls. Paul Klee was a close friend, and Mies's collection of Klees was among the finest in private hands.

Mies's chairs were almost as well known as his buildings, and they were just as spare. He designed his first chair, known as the MR chair in 1926. It had a caned seat and back and its frame was tubular steel. There followed the Barcelona chair, an elegant armless leather and steel design of which the legs formed an X; the Tugendhat chair, an armless affair of leather and steel that resembled a square S; and the Brno chair, with a steel frame and leather upholstery that looked like a curved S.

The bottoms of all these chairs were uniformly wide, a circumstance that puzzled furniture experts until one of them asked Mies for an explanation. It was simple, he said; he had designed them with his own comfort in mind.

Recognition After 50

Mies did not receive wide public recognition in the United States until he was over 50 years old. Up to 1937 he lived in Germany, where he was born, at Aachen, on March 27, 1886. Emigrating to Chicago, he had to wait for the postwar building boom before many of his designs were translated into actuality. At his death, examples of his work were in Chicago, Pittsburgh, Des Moines, Baltimore, Detroit, Newark, New York, Houston, Washington, Sao Paulo, Mexico City, Montreal, Toronto and Berlin. All his buildings were dissimilar, although the same basic principles were employed in each.

The principles centered in a gothic demand for order, logic and clarity.

"The long path through function to creative work has only a single goal," he said, "to create order out of the desperate confusion of our time."

One Mies structure, accounted among his outstanding ones, is the 38-story dark bronze and pinkish-gray glass Seagram Building on Park Avenue between 52d and 53d Streets. The building, which was designed in association with Philip C. Johnson, has been called by appreciative critics the city's most tranquil tower and "the most beautiful curtain-wall building in America." It emphasizes pure line, fine materials and exact detailing outside and in. Special attention was paid to the room numbers, doorknobs, elevator buttons, bathroom fixtures and mail chutes, as well as the furniture.

The building's grace is enhanced by its being set in a half-acre fountained plaza of pink granite. It was begun in 1956 and completed two years later at a cost of $35-million. It was, at the time, the city's most costly office building.

Not everyone who gazed upon it or watched its extruded bronze aging was convinced of its beauty. Acerbic nonarchitectural critics pointed out that the tower rises 520 feet without setbacks and that it is unornamented. It is too spare, they said. One likened it to an upended glass coffin.

The Seagram Building ranked third in Mies's offhand list of his six favorites, chosen to illustrate his most notable concept--"Less is more." (By this Delphic utterance he meant achieving the maximum effect with the minimum of means.)

First on the list was the Illinois Institute of Technology's Crown Hall. This is a single glass- walled room measuring 120 feet by 220 feet and spanned by four huge trusses. The structure appears to do no more than to enclose space, a feeling reinforced by its interior movable partitions. It was one of 20 buildings that Mies designed for the school's 100-acre campus on Chicago's South Side. Crown Hall is as good an example as any of Mies's "skin-and-bones architecture," a phrase that he once used to describe his point of view.

The Chicago Federal Center, Mies's largest complex of high- and low-rise buildings, was his second favorite. He considered its symmetry symbolic of his lifelong battle against disorder.

Another Chicago creation was fourth--two 26-story apartment house towers at 860 and 880 Lake Shore Drive that overlook Lake Michigan. The facades are all glass. Tenants had to accept the neutral gray curtains that were uniform throughout the buildings and that provided the only means of seeking privacy and excluding light. No other curtains or blinds were permitted lest they mar the external appearance. (He was also the architect of the Promontory Apartments in Chicago, in which he used brick and glass in an exposed concrete frame.)

Mies's fifth favorite was a project for a Chicago convention hall, a place for 50,000 people to gather in unobstructed space under a trussed roof 720 feet square. The project never materialized.

The final pet on the architect's list was the since-destroyed German Pavilion at the 1929 International Exposition at Barcelona. It was, one critic said, "a jewel-case structure employing the open planning first developed by Frank Lloyd Wright that combined the richness of bronze, chrome, steel and glass with free-standing walls."

In addition to the Seagram Building, the architect was represented in the New York area by the Pavilion and Colonnade Apartments, both in Colonnade Park, Newark. He also devised a master plan for a 21-acre development in New Haven.

Mies's most recent building, the National Gallery in Berlin, opened last September. It is a templelike glass box set on top of a larger semibasement, and serves as a museum.

Although many accolades were bestowed on Mies for these and other works, there were also brickbats. "Unsparing," "grim," the work of "barren intellectualism" and "brutal in its destruction of individual possessions and the individual" were some of the terms his detractors used.

"Less is less," they said, turning his aphorism against him.

Taught by Mason Father

Ludwig Mies, who added the "van der Rohe" from his mother's name because of its sonority, learned the elements of architecture from his father, a German master mason and stonecutter, and from studying the medieval churches in Aachen.

At times, friends recalled, he would describe with unrestrained enthusiasm the quality of brick and stone, its texture, pattern and color.

"Now a brick, that's really something," he once said. "That's really building, not paper architecture."

For him the material was always the beginning. He used to talk of primitive building methods, where he saw the "wisdom of whole generations" stored in every stroke of an ax, every bite of a chisel.

His students in the United States and Germany had to learn the fundamentals of building before they could start to consider questions of design. He taught them how to build, first with wood, then stone, then brick and finally with concrete and steel.

"New materials are not necessarily superior,"
he would say. "Each material is only what we make it."

At Aachen Mies attended trade school and became a draftsman's apprentice before setting off for Berlin at the age of 19 to become an apprentice to Bruno Paul, Germany's leading furniture designer. Two years later he built his first house, a wooden structure on a sloping site in suburban Berlin. Its style was 18th century.

In 1909 Mies apprenticed himself to Peter Behrens, then the foremost progressive architect in Germany, who had taught Le Corbusier, and Walter Gropius. Mies was put in charge of Behrens's German Embassy in St. Petersburg, Russia.

House Never Built

Going to the Netherlands in 1912, Mies designed a house for Mrs. H. E. L. J. Kroller, owner of the renowned Kroller Muller collection of modern paintings, near The Hague. He set up a full- scale canvas and wood mock-up on the site to assure perfection, but the house was never built.

Mies returned to Berlin in 1913 and opened his own office, but with the outbreak of the war in 1914 his life was dislocated for four years in the German Army, during which he built bridges and roads in the Balkans. After the war, with his own style coming into definition, he directed the architectural activities of the Novembergruppe, an organization formed to propagandize modern art, and became one of the few progressive architects of the time to employ brick.

Often he would go to the kilns to select one by one the bricks he wanted. He used them for the monument (now destroyed) to Karl Liebknecht and Rosa Luxemburg, the German Communist leaders; for suburban villas for wealthy businessmen; and for low-cost housing for the city of Berlin.

From 1926 to 1932 he was first vice president of the Deutscher Werkbund, formed to integrate art and industry in design. He directed the group's second exposition, the Weissenhof housing project erected in Stuttgart in 1927.

The peak achievements of Mies's European career were the German Barcelona pavilion and the Tugendhat house in 1930. A. James Speyer, a critic for Art News, extolled them both as "among the most important buildings of contemporary architecture and the most beautiful of our generation." The pavilion consisted of a rectangular slab roof supported by steel columns, beneath which free-standing planes of Roman travertine, marble, onyx and glass of various hues were placed to create the feeling of space beyond. The Tugendhat house permitted space to flow in a similar fashion.

In 1930 Mies took over direction of the Bauhaus, a laboratory of architecture and design in Dessau, Germany. It was closed three years later after the Nazis attacked the architect as "degenerate" and "un-German."

At the urging of a New York architect who was a close friend, Philip C. Johnson, Mies emigrated to the United States to head the School of Architecture at the Armour (now Illinois) Institute of Technology in Chicago. He retired from the post in 1958.

As a teacher Mies did not deliver formal lectures, but worked, seminar fashion, with groups of 10 or 12 students. His method of teaching, according to a former student, was "almost tacit." "He was never wildly physically active, and he did not do much talking," this student recalled, adding that Mies, sitting Buddha-like, would frequently puff through a whole cigar before commenting on a student sketch.

Abandoning the Beaux Arts system based on competition for prizes, Mies sternly told his students:

"First you have to learn something; then you can go out and do it."

He was not one to tolerate self-expression among his students. One of them once asked him about it. Silently he handed the student a pencil and paper. Then he told her to write her name. This done, he said:

"That's for self-expression. Now we get to work."

Another former student thought of Mies as "a great teacher because he subjects himself to an extraordinary discipline in thinking and in his way of working, and because what he is teaching is very clear to him."

Mies himself was quite confident of his influence.

"I don't know how many students we have had," he said a couple of years ago, "but you need only 10 to change the cultural climate if they are good."

Mies was well-to-do, but not wealthy. He received the usual architect's fee of 6 per cent of the gross cost of a building, but he was not a very careful manager of his income, according to his friends. He was considered generous with his office staff and on spending for designs that were unlikely to see the light of day.

The architect received three noteworthy honors--the Presidential Freedom Medal and the gold medals of the Royal Institute of British Architects and of the American Institute of Architects. He was a member of the National Institute of Arts and Letters.

Fuente: The New York Times. August 19, 1969.
Las negrillas son de mi autoría.
Fotografía: LIFE

lunes, 25 de mayo de 2009

POSTDAMER PLATZ

EPISODIOS 5 / EPISODES 5

Complementando el texto de Mario Vargas Llosa anteriormente publicado, os dejo el siguiente, aparecido en abril de 1998, también en el diario el País, de España:

“… junto al arquitecto Renzo Piano, recorro el que fue (y será pronto de nuevo) el centro cultural, histórico, político y económico de la futura capital alemana: Postdamer Platz. Aquí estuvieron los cafés, las galerías, los teatros, los hoteles, los ostentosos burgueses, los mendigos, los inválidos de guerra, …con que este barrio ha quedado fijado para siempre, en la memoria del mundo, e identificado con el Berlín del expresionismo y de Brecht, del teatro político de Max Reinhardt y la música de Kurt Weil, el de la revolución arquitectónica y las violentas confrontaciones ideológicas entre fascismo y marxismo que acabaron con el experimento democrático de la República de Weimar.
Postdamer Platz fue, luego, el corazón y el cerebro del Tercer Reich. Desde aquí desvarió Hitler sobre un mundo purgado de judíos y colonizado por la raza superior, y desde aquí dirigió, primero en su despacho de la Cancillería, y, luego, en su búnker subterráneo, sobre el que acaso estoy parado, la monumental carnicería que desató y que acabó con él. Los bombardeos aliados pulverizaron Postdamer Platz, que quedó convertido en 1945 en una vasta explanada de escombros. A la hecatombe siguió la ignominia: por aquí corrió el muro que dividió a las dos Alemanias y por aquí fue donde primero lo resquebrajó, en 1989, la irresistible presión popular de los alemanes orientales hartos de la dictadura estalinista. Ahora, Postdamer Platz es una delirante fantasía que, como el brujo del cuento de Borges «Las ruinas circulares», Renzo Piano elucubró y está contrabandeando en la realidad.
No sólo él, desde luego; en la zona hay también edificios de Rafael Moneo, Arata Isozaki, Hans Kohloff, Lauber und Wöhr y Richard Rodgers. Pero el plan maestro del conjunto y ocho de las grandes construcciones han estado a cargo de este genovés universal de quien Peter Schneider me había advertido: «Tan interesante como lo que hace, es lo que dice». Uno de los rasgos centrales de la remodelación del nuevo centro de Berlín es la participación en la empresa de urbanistas, arquitectos, ingenieros y técnicos de todo el mundo. También la mano de obra procede de los países más diversos; hasta veinticinco nacionalidades diferentes se han registrado entre los cuatro millares de trabajadores empleados en la obra, que se inició en 1994 y quedará terminada en octubre de este año. Los cimientos de los edificios están tendidos bajo quince metros de agua; la laguna no fue secada para tranquilizar a los Verdes; pero ello exigió traer 120 buzos de Rusia y de Holanda, expertos en trabajar embutidos en escafandras, bajo la nieve. Saber que el centro futuro de Berlín, este enclave que fue el eje del régimen más histéricamente nacionalista de la historia, será un producto del cosmopolitismo, me parece un excelente augurio para el porvenir político de Alemania, y me produce la misma alegría salvaje que, pongo mis manos al fuego, hubiera causado también a George Grosz.
Es verdad que resulta fascinante escuchar a Renzo Piano. Sus ideas son claras y luminosas, sin pizca de pretensión, y funcionales, como los diseños de sus edificios, abiertos sobre el paisaje circundante y ávidos de luz natural, y el cuidado maniático con que, por ejemplo, elige los materiales de sus obras para que satisfagan, a la vez, una exigencia estética y contribuyan a hacer más llevadera la existencia de aquellos a quienes van a dar albergue. El edificio de la Daimler-Benz, con una torre de 18 pisos, ya acabado, es ligero y grácil, con sus muros de terracota color ocre pálido que alegran la grisura del abril berlinés, y la deslumbrante cristalería del techo, que, observada desde el vasto patio, parece un encaje. A la comodidad que uno siente en este lugar, contribuye, sin duda, la picardía con que ha sido elegida la monumental escultura de Tinguely que recibe a los visitantes: ¿qué hace esa burlona «máquina inútil» ocupando el lugar de honor en la que será casa matriz de uno de los conglomerados industriales más poderosos de Europa? Está allí para recordar que no sólo de pan vive el hombre, claro está. Pero, al edificio de la Daimler-Benz hay que verlo sobre todo desde afuera y de espaldas: la escalerilla de escape desciende por una urna de vidrio transparente y parece un instrumento musical, un puente delicado entre la materia y el vacío, una evanescente frontera donde la tierra se disuelve en el aire, donde la realidad se vuelve fantasía.
«Una arquitectura a escala humana muchas veces quiere decir una arquitectura inhumana», dice Renzo Piano. Él defendió a capa y espada que Postdamer Platz no fuera sólo peatonal, que por sus calles hubiera circulación de coches, porque no se trataba de convertir el centro de Berlín en un museo, sino en el corazón vivo de una ciudad moderna, y la modernidad significa, además de otras cosas, automóviles. Los edificios del conjunto no son muy altos, y en todo el complejo coexistirán lo sagrado y lo profano, lo privado y lo público, los negocios y las diversiones. Habrá un hotel de lujo, oficinas, edificios de viviendas, un casino, tiendas, un complejo de veinticuatro cinemas, y el IMAX, un gigantesco monumento al arte cinematográfico -adonde se trasladará, a partir del próximo año, la Berlinale, el Festival de Cine de Berlín-, una construcción concebida como una inmensa esfera sobre la que un sistema de reflectores va reproduciendo los movimientos de la luna. «La luna caída y estrellada sobre Berlín», dice Renzo Piano, señalando el local. «Ésa fue la intuición que me sedujo, al empezar a barajar ideas sobre cómo rendir un homenaje al cine en este lugar, donde, en los años veinte, alcanzó uno de sus momentos más altos».
El epicentro de Postdamer Platz es una plaza que llevará el nombre de Marlene Dietrich. Ahora, la inmensa mayoría de los berlineses aplaude que este lugar recuerde a la más ilustre de las artistas nacidas en esta ciudad, pero, al principio, hubo bufidos reticentes: la diva, recordemos, durante la Segunda Guerra mundial se nacionalizó norteamericana y cantó y bailó en el frente para los soldados aliados. Aplaudo esta iniciativa de Renzo Piano tanto como su decisión, políticamente correcta, de destinar, en uno de los rincones de la Plaza Marlene Dietrich, un local para el McDonald's.
¿Y el pasado, el riquísimo pasado histórico de este lugar, no estará representado en modo alguno en el Postdamer Platz del siglo veintiuno? Renzo Piano me señala la doble hilera de tilos de la Alte Postdamer Strasse. Están como abrigados en una poderosa cota de malla que sólo deja sus ramas al aire. Son los únicos sobrevivientes del pasado esplendor, y, también, de los desvaríos políticos y los desastres de la guerra. Para no dañarlos, para que puedan continuar floreciendo y alegrando a los vecinos de este barrio con sus esbeltas siluetas, se han tomado las más infinitas precauciones en estos cuatro años de trabajos. Y ahí están, intactos, reverdeciendo luego del invierno, en esta incierta primavera. Aunque parecen lozanos son, pues, unos tilos viejísimos. No es imposible que George Grosz garabateara sus feroces caricaturas -lo hacía con frecuencia en las terrazas de los cafés de este lugar- a su sombra, y que los tomara como modelos de esos arbolitos tétricos de sus grabados, donde se balancean sus suicidas.
Después del agotador pero espléndido paseo, vamos a tomar una cerveza al nuevo Café Einstein, en Unter den Linden. Un periodista norteamericano, que forma parte del grupo, eleva de pronto su copa y hace la gran revelación: «¡Renzo acaba de ganar el Premio mundial más importante que existe para la Arquitectura! Se anunciará el próximo lunes. El Premio (Pritzker Price) se lo entregará el Presidente Clinton, en el Oval Office». Los amigos italianos que nos acompañan hacen un gran alboroto y uno de ellos suelta el chiste inevitable, señalando a Madame Piano: «¿Te lo entregará Clinton en persona? Atención, Renzo, no te descuides ni un segundo». Porque resulta que la esposa del arquitecto, Milli, es una italiana bellísima."

Mario Vargas Llosa. Ediciones EL PAÍS, SL, 1998.
Nota. Las negrillas y cursivas son de mi autoría.

jueves, 7 de mayo de 2009

LA ARQUITECTURA COMO ESPECTACULO

EPISODIOS 4 / EPISODES 4

El siguiente es un texto aparecido esta semana en el diario el País, de España, escrito por nuestro compatriota y 'permanante candidato' al Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, muy pertinente para los que buscan discurso arquitectónico consistente:

“Asistimos a un proceso en el que la obra arquitectónica pasa a ser un autorretrato, un arte exhibicionista y narciso. Se está produciendo una sustitución del fondo por la forma”

“… quien diseñó el Petit Palais (Charles Girault)... inauguraba una tendencia de la sensibilidad y los valores estéticos que a lo ancho y lo largo de Europa occidental empujaba ya a los artistas a ser protagonistas de sus propias obras, desnaturalizando de este modo aquella antiquísima vocación del arte y la cultura que quería que el creador desapareciese detrás de su obra para que ésta resplandeciera mejor y con brillo propio. Era sólo el comienzo de una evolución de la que, al cabo de unas décadas, resultaría esa más que curiosa innovación: la de que cada obra arquitectónica, por ejemplo, pasara en muchos casos a ser poco menos que un autorretrato, una arquitectura de autor, un arte exhibicionista y narciso en el que los museos, al igual que los ministerios, los puentes y hasta las plazas, tendrían la función principalísima de llamar la atención no sobre lo que hospedan sus salones o aquello para lo que se supone fueron construidos, sino sobre sí mismos y sobre la inventiva y audacia de sus creadores.
(…)
Sin exageración alguna, del Museo del Quai Branly (de Jean Nouvel) puede decirse que si extrajeran de él las 3.500 piezas etnológicas y artísticas, el local no perdería nada, porque para lo que él muestra y representa, su contenido es indiferente y acaso esté de más.
(…)
… sus laberínticas salas casi a oscuras en las que echan como llamaradas de luz los nichos, hornacinas o alvéolos de las esquinas donde se exhiben los objetos que éstos se esfuman, desaparecen, convertidos en detalles prescindibles, arrollados por el espectacular entorno que, con sus audacias, sorpresas, guiños, disfuerzos, coqueterías y desplantes, absorbe de tal modo al espectador que no le da tiempo ni libertad para disfrutar de otra cosa que de la representación que es el museo en sí mismo.
Los buenos museos son, como los buenos mayordomos, invisibles. Existen sólo para dar relieve, presencia y atractivo a lo que exhiben, no para exhibirse a sí mismos y apabullar con su histrionismo a los cuadros, esculturas, instalaciones u objetos que albergan. ¿Pruebas? Todavía quedan algunas, reminiscencias de un pasado en vías de extinción. Por ejemplo, los dos museos de arte moderno de Renzo Piano que conozco: el que diseñó para la colección Du Menil, en Houston, y el museo de arte moderno de la Fundación Beyeler, en Suiza. En ambos, los limpios espacios, la atmósfera serena y sigilosa que fomenta la sencillez del diseño y la discreción de los materiales permiten al visitante concentrarse en las obras y entablar con ellas ese silencioso diálogo en que el buen arte habla y enseña y el espectador escucha, goza y aprende. Renzo Piano debe ser uno de los últimos grandes arquitectos que todavía creen que los museos están al servicio de los cuadros y esculturas y no éstos al servicio del museo y su progenitor.”

Mario Vargas Llosa. Ediciones EL PAÍS, SL, 2009.

Nota. La cursiva es de mi autoría.

viernes, 1 de mayo de 2009

EL PROBLEMA DE LA VIVIENDA ECONOMICA

EPISODIOS 3 / EPISODES 3

En unos países ya ha pasado, en otros está aconteciendo, y en algunos esta por suceder: el 'boom' de la construcción de viviendas económicas. La siguiente es una interesante cita del gran arquitecto-urbanista alemán al respecto, nótese la gran exactitud con que se repite un problema descrito hace más de 80 años (1927), ya sea por migración poblacional, incentivos del gobierno o dinámica empresarial:


"Esta necesidad de viviendas, surgida tan repentinamente, cogió por sorpresa tanto a los arquitectos como a las autoridades competentes responsables de la materia… El Estado y los municipios… No supieron reconocer el significado social del problema de la vivienda;… La construcción de viviendas se convirtió, así, en motivo de especulación que proporcionaba elevados intereses a los capitalistas, a expensas de la salud del pueblo… Un bajo materialismo determinaba el plan de construcción, proyectado y realizado de manera mecánica. A nadie se le ocurrió que esto no hacía más que extender los brotes de enfermedad y descontento.

‘Si estos urbanistas y especuladores hubieran adoptado, por una sola vez, un punto de vista algo más elevado; si, tan sólo por una vez, hubieran considerado a la masa de gente que tenía que adaptarse a las formas de vida de las grandes ciudades, no como un montón de carne, sino como portadores e alma y espíritu; si hubiesen aprendido a ver, por una sola vez, a la colonia que estaban creando como una célula dentro del mismo Estado, como miembro de un gran organismo… entonces hubieran comprendido lo estrecho, lo limitado, lo arbitrario, lo cerrado de su manera de actuar’ (Martín Machler, Das Siedlungproblem, ‘Sozialistische Monatshefte’, año 27, tomo 56, 1921, I, pág. 185).’

(…)

Porque la condición fundamental es asegurar a cada vivienda, incluso a la más pequeña, lugar, espacio aireado, ventilación y sol.

(…)

El trabajo sistemático de los arquitectos conscientes de su responsabilidad tiene que reemplazar al trabajo desorganizado de especuladores y empresarios, y tiene que tener en cuenta las necesidades esenciales, los requisitos constructivos técnicos e higiénicos, los datos y las exigencias. Sin embargo, no debe olvidarse que la construcción de viviendas es una cuestión productiva. Depende de factores económicos de los que no se puede prescindir, so pena de dañar la cultura.”


Ludwig Hilberseimer. La arquitectura de la gran ciudad. Editorial Gustavo Gili, S.A. Barcelona. 1979.

Nota: imagen tomada de  www.vitruvius.com.br

jueves, 22 de enero de 2009

ARQUITECTO Y ESCUELA/ARCHITECT AND SCHOOL

EPISODIOS 2/EPISODES 2


Un clásico:

"Hay una gran escuela nacional de arquitectos y hay, en todos los países, escuelas nacionales, regionales, municipales, de arquitectos, que desorientan las inteligencias jóvenes y les enseñan lo falso, los afeites y las obsequiosidades de los cortesanos. ¡Las escuelas nacionales!"
(...)
"Los arquitectos son desencantados y desocupados, charlatanes o taciturnos. Dentro de poco no tendrán nada que hacer."
(...)
"Los arquitectos salidos de las escuelas, esos invernaderos cálidos donde se fabrican hortensias azules, crisantemos verdes, y donde se cultivan las sucias orquídeas, entran en la ciudad con el espíritu de un lechero que vendiese su leche con vitrolo, con veneno.
"Aún se cree, acá y allá, en los arquitectos como se cree, ciegamente, en todos los médicos... ¡Hay que recurrir al hombre del arte!"*

¡Qué vigentes están estos párrafos! Perú, y todo el mundo, aún tienen problemas. Estos claros escritos de Le Corbusier sobre la formación del arquitecto y la postura del arquitecto en la sociedad son tan ciertos ahora como hace casi 100 años... tenemos una gran responsabilidad para con nosotros mismos, nuestros colegas y el público, no sólo debemos concebir piezas arquitectónicas que con sólo observarlas expliquen claramente cómo se compone el edificio, sino que también debemos saber explicarlo verbalmente, sobre todo a nuestros clientes y alumnos (si fuéramos docentes). ¡La incomprensión de la arquitectura actual es un producto de nuestra propia confusión en el oficio!

*LE CORBUSIER. Hacia una arquitectura. Ediciones Apóstrofe. Barcelona. 1977. (1923).

Nota: la imagen fue tomada de www.vitra.com

jueves, 18 de diciembre de 2008

MASP/MUSEO DE ARTE DE SAO PAULO/SAO PAULO MUSEUM OF ART

EPISODIOS 1/EPISODES 1

El MASP, una de las obras más importantes de Lina Bo Bardi, en el que utilizando vigas pretensadas llevó a escena el principio de 'edificio puente'. He aquí una cita de ella:

"Buscaba una arquitectura sencilla, que pudiera inmediatamente comunicar eso que en el pasado era llamado ‘monumental’, en el sentido de ‘colectivo’, de ‘dignidad cívica’ (…) siento que en el MASP eliminé todo el esnobismo cultural tan querido por los intelectuales (y por los arquitectos de hoy), optando por soluciones directas."
"(…) En el MASP sólo intenté asumir ciertas posiciones. No buscaba la belleza, sino la libertad. A los intelectuales nunca les gustó, pero a la gente sí, y decía: ¿sabes quién hizo esto? ¡Una mujer!"*

En las fotografías adjuntas se muestra el proceso constructivo y la forma en que Lina había ideado la exposición de las piezas de arte: usando cubos de concreto para sostener el vidrio que servirían como paneles de exposición .









(*) MARCELO CARVALHO FERRAZ. Lina, Architecture and Brazil. En: CATHRINE VEIKOS. Journal of Architectural EducationVolume 59, Issue 4 , Pages71 - 802006 ACSA.