viernes, 17 de febrero de 2012

LA INFLUENCIA DE FRANK LLOYD WRIGHT

EPISODIOS 11 / EPISODES 11

“…

Frank Lloyd Wright pertenece a una generación, en cierto sentido de la palabra sacrificada. Cuando empezó a construir, todo parecía prometerle un éxito comercial; erigió más casas él durante el primer periodo de su carrera, que cualquiera de sus predecesores europeos; pero construyó solamente para una clientela privada. No es que sus casas – todas erigidas en el Oeste Medio y en el Oeste – posean caracteres estrictamente locales dentro de los límites de la región y de los gustos y exigencias de cada cliente: como cualquier obra de arte, representan algo que supera todos los vínculos del lugar y de la propiedad personal. Pero no han tenido influencia alguna en el país; no han llegado a ser un verdadero impulso creador.

Ello se explica por el hecho de que Wright comenzó a trabajar en el preciso momento en que la arquitectura americana se hallaba minada por la más peligrosa reacción aparecida desde los tiempos de su origen. La moda clasicista y gótica que en aquellos años desbarató los fundamentos de la arquitectura americana no tenía, naturalmente, nada de común con la tradición. Aquélla no representaba más que el hecho de proporcionar un sostén artificial a individuos de escasa sensibilidad emotiva. Detrás del escenario de sus casas – una miniatura de Versalles, una villa toscana o un castillo medieval - o sus rascacielos en formas góticas consagradas, aquella gente tuvieron la posibilidad de saber disimular su propia e íntima inseguridad. Todo ellos tuvo deplorables consecuencias para vivir de su profesión tenía que avenirse a seguir los dictados de la moda o renunciar por entero a proseguir en su empeño.

Durante el predominio de las imitaciones clásicas y góticas, que fue cada vez más potente entre los años de 1910 y 1925, Wright y Luis Sullivan tuvieron que vivir casi como si fueran expatriados en su propio país. En el último año de su vida, según me ha revelado un anciano arquitecto de Chicago, Sullivan recibía ayuda económica mensualmente por parte de algunos colegas. Y Wright, en 1940 hablando en su exposición, en Boston, resumió lo que vinimos explicando al pronunciar esta sencilla exclamación: “! Ellos mataron a Sullivan, y casi me mataron a mi!”.

En este periodo él y Sullivan se convirtieron, ante los ojos de sus contemporáneos, como los campeones de una causa perdida. Pero en realidad no fueron ellos quienes perdieron; fue el país, y no Wright, quien salió derrotado y tuvo luego que rectificar. En aquel tiempo, cuando Europa estaba empezando a moralizar los medios arquitectónicos, cuando la exigencia de una sinceridad aparecía en la arquitectura, América no se hallaba en condiciones de advertir lo que estaba ocurriendo en el extranjero. Su situación era similar a la del que se hallara ante un aparato de radio cerrado. Aun hoy se dejan sentir sus efectos.

La base de la obra de Wright es un robusto trípode: la tradición americana, su tendencia a lo orgánico y su capacidad para hallar un lenguaje artístico adecuado a su propio tiempo. Cuando, en 1910, apareció en Berlín la publicación definitiva de su arquitectura, aquel cambio se había operado ya. A los cuarenta años Wright había realizado una obra lo suficientemente grande e influyente para que su lugar en la historia quedara asegurado. Lo que podemos recoger y observar con respecto a su directa influencia, suele ser superficial, y conduce a una cierta confusión. Quienquiera que haya intentado imitarle o seguirle tan sólo, sea en América o en Europa no ha hecho más que desfigurar su obra e interpretar mal su verdadero espíritu. Mucho más importante, quizá, que la influencia directa de Wright es el significado que ella adquiere como guía, como una señal indicadora de las nuevas direcciones, porque con respecto a su obra no es posible encontrar en Europa un equivalente entre 1900 y 1910.

Después de 1910 las mejores inteligencias de Europa comenzaron a comprender lo que Wright había realizado en América. Un hombre destacado. H. P. Berlage, dio a conocer la obra de Wright extensamente en Europa, a través de sus exposiciones y conferencias. Con su autoridad moral, Berlage proporcionó, a la sucesiva generación holandesa, un estímulo para llevar a cabo su propio desarrollo. Los Holandeses eran los mejor preparados para aprovecharse de este impulso. Desde este punto de vista nosotros no pensamos ahora tanto en la obra de Dudok, en Hilversum, que en torno al 1920 obtuvo un gran éxito con sus edificios no exentos de cierta retórica, sino en la de un arquitecto tan sensible e inteligente como Roberto van t’Hoff, que construyó dos macizas casas en hormigón armado en Huisterheide, en 1914 – 15. Estas casas, las únicas que van t’Hoff había construido, fueron un directo reflejo de las ideas de Wright. Aunque quedaron solas y aisladas en Europa, no obstante ejercieron allí una función purificadora. Fueron dadas a conocer a la vanguardia europea, en 1919, por un artículo de Teodoro van Doesburg, en su revista De Stijl.

En las primeras obras de algunos arquitectos holandeses, y también en varios proyectos de J. J. Oud, fue sin duda el estímulo que encontraron en la obra de Wright lo que les ayudó a allanar el camino para llegar a realizar algo verdaderamente propio. Pero sería absolutamente superficial e ilusorio pretender demostrar la influencia específica que sobre ellos ejerció, valiéndose de grabados y modelos en que aparecieran ciertos proyectos similares. Porque han sido otros elementos en la arquitectura europea los que formaron su particular carácter. No, la real influencia de Wright, su gran y educadora influencia, no puede darse a conocer en unas pocas fotografías. Su verdadera influencia es la de sus métodos e ideas, tal como se reflejan en su obra. Veremos luego como el movimiento europeo, puesto en contacto con la concepción del espacio, de Wright, se desarrolló y transformó en las obras de sus más destacadas figuras."


Villa Henny - Arq. Roberto van t’Hoff


Fuente: Sigfried Giedion , Espacio Tiempo y Arquitectura - 3era Edición. Editorial Científico – Medica, Barcelona

Fotografía: http://www.limitemagazine.com


miércoles, 8 de febrero de 2012

CONVERSACIÓN EN EL VIII CIAM

EPISODIOS 10 / EPISODES 10

VAN EESTEREN (Ámsterdam): El problema fundamental que hemos de plantearnos consiste en determinar el lugar adecuado para el Corazón, dentro del conjunto urbano.

EMERY (Algeria): Cuando por primera vez contemplé de noche la ciudad de Nueva York, con sus luces resplandecientes me pregunté por qué las luces estaban arracimadas de aquel modo. Parecía un campo de maíz donde el grano hubiese germinado en ciertos lugares y en otros no. Se ha dicho que corresponde a nosotros, los arquitectos, el determinar cuáles sean los mejores emplazamientos para el Corazón, pero yo creo que éste nace de un modo completamente espontáneo. Lo único que podemos hacer nosotros es colocar ciertas cosas en una posición tal que puedan ser utilizadas por el público. No es de responsabilidad nuestra el que la planta crezca o no. Ciertamente que a todos nos preocupa el que algunas plantas no hayan crecido, pero no creo que logremos saberlo.

LE CORBUSIER (París): Sin embargo, podemos precisar todavía un poco más, podemos señalar lugares especiales para el Corazón, aunque, desde luego, en estos tiempos de rápidas mutaciones es imposible tener la plena seguridad de que esos lugares serán los que continuarán desarrollándose en el futuro.

VAN EESTEREN: En Holanda hemos estado planificando un área que podrá albergar casi 10.000 personas. De momento hemos empezado con los Corazones periféricos y luego haremos el central.

EMERY: ¿Están ustedes seguros del lugar de su emplazamiento? ¿Se desarrollará realmente en el centro?

TYRWHIT (Londres): En las pequeñas ciudades inglesas, el Corazón principal ha surgido siempre entorno al núcleo inicial de las mismas, y parece muy difícil variar esta regla. El primer Corazón que aparece, conserva su calidad de verdadero centro.

EMERY: Como la taberna del Far West, que mas tarde se convierte en hotel y centra la zona comercial.

LE CORBUSIER: Esto significa que, desde el principio, debe decidirse lo que se desea hacer, a dónde se quiere llegar.


De izquierda a derecha. Le Corbusier, Alaurant, Van Eesteren, Sert, Emery, Peressutti

SERT (Nueva York): Debemos procurar definir la clase de espacio apta para convertirse en Corazón. Debe hallarse en el centro estratégico de la ciudad, debe ser un lugar escogido por la gente misma, consagrado por el uso. Debe defendérsele de la posibilidad de que allí se edifique, y hay que mantenerle disponible para las manifestaciones espontáneas del pueblo. En él, el individuo debe sentirse rey, el peatón dueño absoluto, y debe hacérsele inaccesibles a los vehículos. Con el transcurso de los años, éste espacio adoptara una forma especial, creada por las necesidades de aquella particular población e interpretada por los arquitectos de su tiempo.

LE CORBUSIER: En esta época nuestra de incertidumbre y duda, la palabra «espontáneo» debe significar que este espacio ha de permanecer abierto y accesible a todos los que deseen emprender algo que pueda ser útil. Dentro del Corazón, la posibilidad de expresión no debe reservarse exclusivamente a las clases profesionales, ni a ninguna profesión particular.

VAN EESTEREN: Debemos prever la posibilidad de cambios en el futuro. En nuestra mudable sociedad, el Corazón debe ser flexible, a fín de que las nuevas exigencias puedan hallar en él su expresión. Esto podría significar que hemos de construir edificios provisionales.

LE CORBUSIER: Si no somos demasiado ambiciosos al principio, es posible reservar un cierto espacio para las necesidades futuras. Esto puede lograrse creando jardines, en el bien entendido de que tanto el arquitecto como el diseñador del jardín no deben dar nunca la impresión de que sus obras sean temporales o provisionales. Ello significa que debemos concebir un tipo de arquitectura que no sea ni temporal ni eterna, y que los lugares mismos deben ser considerados más bien corno laboratorios, como gabinetes de investigación de ideas que como emplazamientos para edificios públicos monumentales. Hay una sutil diferencia entre estos dos modos de concebir las cosas, diferencia que, sin embargo, es sumamente importante.

SERT: Según esto, los edificios deberían pertenecer más bien al tipo de edificios para exposiciones.

LE CORBUSIER: Es posible, pero encierra grandes peligros. Quizás fuera mejor esforzarse en mantener la medida humana en todos sus grados: en otras palabras, mantener la medida del Corazón en relación directa con el uso que del mismo se haga en cada momento, y resistirse a introducir en él elementos que caigan fuera de esta medida.

VAN EESTEREN: Ósea, que hay que volver al ejemplo que nos ofrecen los pueblos. De momento, la vida de un pueblo está dominada por pequeñas empresas individuales - tiendas y demás -, pero existe una clara tendencia hacia una vida de mayor colaboración. El plano del Corazón debe ofrecer facilidades para que esta vida más libre encuentre expresión cuando se produzca.

Le Corbusier

LE CORBUSIER: La palabra «laboratorio» debe incluir en su significado a los clubs de todo género. Estos clubs o círculos de diversos tipos, requieren formas específicas, iluminación adecuada, situación conveniente. No es necesario que todos ellos estén agrupados, pero sí lo es que el lugar en que se encuentren esté siempre lleno de vida, que sea utilizado de día y de noche, durante todos los días de la semana y todos los meses del año. Esto exige un programa arquitectónico completo.

SERT: Está bien hablar de clubs que, en definitiva, son lugares de reunión. Pero es necesario que existan también lugares donde puedan ser exhibidas al público cosas, como obras de arte, pinturas, etc. Estos edificios deberían ser adecuados para desplegar en ellos las más variadas actividades, tales como debates, conciertos, exposiciones de toda clase, desde las de cuadros a las de maquinaria.

TYRWHITTZ: ¿Debe el mercado tener su emplazamiento en el Corazón, tal como hoy lo concebimos?

Le CORBUSIER: Teóricamente debe desaparecer del mismo. La gente de Marsella, donde el sol caldea intensamente, prefiere vender sus patatas bajo cubierto; pese a que los turistas encuentren pintoresco el mercado al aire libre, es mejor que disfrute de sombra y techado.

SERT: Nosotros debemos trabajar para la gente de la ciudad, no para el turista, que es sólo ocasional. Mucho mejor si el turista encuentra atractivo el lugar, pero no debe ser ésta nuestra finalidad. Prefiero volver a considerar la necesidad como razón determinante de la elección de emplazamientos adecuados para el corazón. En el CIAM hemos aceptado la idea de la serie para los grupos de viviendas. Los Corazones de las pequeñas agrupaciones no deben quedar completamente encerrados y aislados unos de otros. Necesitamos una especie de red que los coligue entre sí; una especie de collar de Corazones. El 14 de julio los parisienses recorren sus distritos, trasladándose de un corazón local a otro. Siguiendo los distintos lugares donde se celebran festejos. Es importante destacar que esta serie de núcleos no Conducen hacia un extremo, sino hacia un Corazón, el «Coeux»; He aquí la palabra adecuada, empleada en su sentido literal; el Corazón de la ciudad como fuente de actividad que fluye hacia los otros Corazones, en forma de elementos móviles que se desplazan de un lugar a otro y de otras expresiones visibles del espíritu vital de cada ciudad.

VAN EESTEREN: Es indispensable que nos preguntemos siempre si los elementos que introducimos están de acuerdo con las costumbres y deseos reales de la población. Habréis hablado de las grandes ciudades, y hemos admitido que se han extendido demasiado y que es necesario volver a centrarlas.

SERT: No se trata tan sólo de que la ciudad se haya extendido demasiado sino de la necesidad de introducir en ella una serie de espacios cercados, unidos al centro Principal por líneas de comunicación, A veces pueden utilizarse las márgenes de un río para establecer esta ligazón. Debemos poner de manifiesto que somos contrarios a la ordenación urbanística constituida por centros separados a medio de pequeñas pueblos, que somos contrarios a la dilatación de las ciudades solo por el gusto de dilatarlas. En América del Sur he podido observar muchas comunidades planeadas según el sistema de la ciudad-jardín; son resultados francamente deplorables, porque la población no tenía dinero suficiente para mantener en buen estado las amplias carreteras pavimentadas , ni bastantes automóviles para recorrerlas, ni agua suficiente para regar el césped.

BATISTA (Cuba): La idea del Corazón, ¿es distinta de la de un barrio urbano?

SERT: Completamente distinta. No debe existir ningún barrio sin un pequeño Corazón, pero este debe ser tan solo reflejo local del núcleo principal, del Corazón de la ciudad.

HONNEGGER (Ginebra): De hecho, hay varios Corazones en una ciudad: el general, el político, el artístico, el teatral, etc. Unos son lugares de reunión para pequeños grupos, otros para grupos extensos. Algunas deben hallarse cerca de las zonas residenciales; otros interesan a un público más vasto.

SERT: Nuestra labor consiste en proyectar el continente físico en el mejor lugar disponible. El público decidirá luego como ha de desarrollarse.

WISSING (Rotterdam): Sin embargo, no debemos tan solo hacer fluir la vida desde la periferia al Corazón de la ciudad, sino también desde éste al Corazón del barrio.

LE CORBUSIER: El problema verdaderamente importante de esclarecer es el de cómo y por qué los hornbres se reúnen. El problema del Corazón de la ciudad, o sea el de la creación de centros de vida social, es en realidad el problema de la reforma de la estructura de la ciudad. Nuestra labor como arquitectos consiste en crear una síntesis: física de la vida’ social y dar a cada lugar los elementos fundamentales de su economía.

BAKÉMA (Rotterdam): Es cierto que cada barrio necesita un Corazón, pero, mirando a nuestro alrededor, observamos que en nuestra vida social vemos lo que podríamos llamar el « elemento del Corazón », y debemos encontrar formas en las que pueda cristalizar tal elemento para darle vida. Debemos esforzarnos en dar expresión física a nuestros ideales sobre el Corazón, a fin de estimular la pública demanda.

TYRWHITTZ: Una de las funciones primordiales del Corazón es la de proveer a los adultos de un lugar donde puedan moverse libremente, sin ceremonia; un claro indicio de esta aspiración del público es la presteza con que aprovecha cualquier oportunidad que se le ofrezca de moverse libremente dentro de la ciudad. Dos características importantes del Corazón deben ser: presentar un aspecto que responda a los diversos estados de ánimo de los ciudadanos, y estar físicamente próximo a todos los lugares donde se despliegan las actividades propias del Corazón de una ciudad. En el Corazón se reúne gente muy diversa y precisamente por esto los diversos centros de actividad comercial, cultural, administrativa- no deben estar situados en zonas muy apartadas de aquél.

REAY (Glasgow): El Clima de Escocia hace casi imposible quela gente pueda reunirse al aire libre.

GIEDIÓN (Zúrich): En Italia, la gente se sienta en cualquier parte, a la intemperie, en los umbrales de las casas o en las escalinatas. En Suiza, igual que en Escocia, eso no es posible. Pero siempre puede crearse algo que se adapte, al clima, como por ejemplo las plazas de Bloomsbury. Los Corazones más hermosos, han requerido siempre mucho tiempo para constituirse: Para la Plaza de San Marcos fueron precisos quinientos años, Lo importante es que, aunque al principio todo sea pequeño, está situado en el lugar adecuado. En Roma, Sixto V tuvo la lucidez y perspicacia de colocar sus obeliscos en los puntos en que, preveía había de surgir un Corazón, y alrededor de ellos nacieron, efectivamente, algunas de las más bellas plazas de Roma.

MAYEKAWA (Tokio): En el Japón antiguo, el Corazón radicaba en los alrededores del palacio, y era parecido al de las ciudades de Egipto y Mesopotamia, que los griegos despreciaban porque carecían de ágora, Más adelante se situó entorno al castillo feudal, y sólo después del siglo XVII los comerciantes tuvieron poder suficiente para unirse en una fuerte organización independiente, una corporación, y construir separadamente su propio centro comercial. En el Japón, cuando pensamos en el Corazón, tendemos a concebirlo como la sede de una corporación o sociedad cerrada. Pero hoy el Corazón debe ser para una comunidad abierta. El centro comercial de una ciudad no es su Corazón, ni tampoco el centro recreativo puede satisfacerse las exigencias del ser humano, tal como nosotros lo concebimos. El Corazón debe tener espacio libre y servir a los ciudadanos para actividades recreativas y culturales. El Japón no posee actualmente este tipo de Corazones, pero se está creando uno en el « Proyecto de la Paz » de Hiroshima.

PAULSSON (Upsala): Hoy no existen muchas oportunidades de construir Corazones para ciudades con gran diversidad de gente. Suecia, por ejemplo, solo ofrece la posibilidad de construir aldeas o pueblos destinados a albergar a los obreros de una determinada industria (v .gr. colonias forestales), en los que solo predomina una clase social. La historia de estas pequeñas comunidades no ha sido estudiada nunca; algunas de ellas no han tenido jamás un Corazón, si bien han mantenido el equilibrio biológico.

ALAURENT (París): El Corazón debe contener servicios y diversiones. A medida que el Corazón crece, aumentan los servicios administrativos, lo que conduce a la decadencia de la democracia pura. Del poblado y el barrio residencial, pasamos al tercer grado de la escala citada por Sert en su exposición: la población rural importante. En ella predominan los servicios técnicos. En el cuarto grado - la ciudad - predomina el transporte, y en el último grado – la metrópoli- son las consideraciones geopolíticas las que predominan. Esta misma diferenciación se da en el campo de la educación, del comercio, etc. solo una cosa permanece invariable: si las diversas actividades se desarrollan en distintos lugares, es imposible lograr que aquella estrecha relación del hombre con el hombre, tan deseable. La plaza San Marcos, en el monumento del sorteo de la lotería veneciana, constituye un buen ejemplo de cómo una muchedumbre puede gozar de una sistematización urbanística perfecta, cuya perfección no radica exclusivamente en la arquitectura, sino también en la intimidad proximidad de una multitud de actividades creadas por el pasado y el presente.

Estudiante, Maekawa, Rogers, Sert, Estudiante

ROTH (Zúrich): Valery ha dicho que necesitamos una arquitectura que cante. Yo creo que necesitamos ciudades que canten. Esta es la función del Corazón. Cada Corazón local debe cantar su melodía, pero en el Corazón central debe oírse una verdadera sinfonía. En nuestra civilización actual, siempre en continuo movimiento, es muy importante que el corazón permanezca relativamente estático, que no cambie constantemente, sino que sea algo que perdure. Sert está en un error al hablar de elementos móviles o temporales. El arte se crea para la eternidad. El Corazón debe ser un lugar para nobles pensamientos y para la más alta expresión de vida. La síntesis de las artes es tan antigua como la humanidad. Corresponde a nosotros - los arquitectos, que ejercemos el arte coordinador - el restaurar esta síntesis. Para ello, el arquitecto debe estudiar pintura y escultura, a fin de comprenderlas y, sin duda alguna, el artista debe colaborar en todo proyecto desde el principio, y no solamente al final.

SERT: Cuando Roth se manifiesta de los elementos móviles del Corazón, piensa en nosotros, personas que estamos siempre viajando y para quienes la vida está en continua mutación. Pero la mayoría de las poblaciones del mundo todavía sentadas en el umbral de las casas donde nacieron, y su único paseo es el de la plaza de su ciudad. Para esta gente quiero yo introducir elementos móviles en el corazón, a modo de educación visual que les ponga en contacto con lo que ocurre en el resto del mundo.

ROGERS (Milán): No creo que la discusión deba concentrarse entre el arte moderno y el arte temporal. Como decimos los latinos, debemos siempre obrar sub specie aeternitatis, como si nuestra obra hubiese de ser eterna. No importa el que no llegue a serlo; personalmente yo creo que no lo será, pero cada vez que trazamos una línea, debemos hacerlo como si hubiese de perdurar eternamente. Esta postura es muy importante: es una cuestión moral.

SERT: No es necesario que el CIAM discuta la necesidad de la existencia de un Corazón en la ciudad. Sabemos que esta necesidad es real. En una ocasión Honnegger nos contó la historia de ciertas casas que había construido en África del Norte, dotándolas de agua corriente. La gente los abandonó, porque las mujeres ya no tenían pretexto para ir al pozo. En España, la gente se reúne en torno a las fuentes. En Nueva York, el Rockefeller Centre no es más que un pozo en medio de rascacielos, pero la gente va allí. La necesidad existe. En América del Sur hubo una época de gran actividad urbanística bajo la dominación española (1560-1570). Todas las ciudades tenían una plaza principal de una cierta amplitud, rodeada por los edificios gubernativos y no por casas particulares. Las cuatro calles que conducían a la plaza estaban protegidas por pórticos del sol y del viento. Estos Corazones han cumplido perfectamente su función lo mismo antes que ahora. Debemos aceptar incuestionablemente la necesidad del Corazón en nuestros días. Los nuevos Corazones no serán construidos como un todo único, y no es necesario que los proyectemos con todos sus detalles. Cuando en 1945-46 proyectamos el Corazón de una ciudad de Brasil, establecimos unas cuantas reglas que consideramos de la máxima importancia: a) separación entre vehículos y peatones; b) espacio abierto para el uso de la gente; c) espacio cubierto, también para el uso público. Ambas clases de espacio son necesarias, y los métodos modernos de construcción ofrecen la posibilidad de amplios espacios cubiertos.


El corazón de la Ciudad, (E. N. Rogers, J. L. Sert y J. Tyrwhitt, 1955) XVIII CIAM . Editorial Científico - Medíca 2da Ed. Barcelona 1961.